No hay forma sencilla de empezar a escribir. Simplemente, se comienza por donde se puede. Suele suceder que hay poco de eso que llaman inspiración. Falta argumento. Faltan personajes. Lo que sobra es necesidad, urgencia. En ese entrevero, la voluntad se hace un poco floja. No dan ganas, menos que menos con este calor. Pero la urgencia está.
Para escribir (tantas veces me pasó) hay que leer. No sé qué, pero hay que leer “algo”. Piglia, por ejemplo, es un buen estímulo. O Soriano. O Cortázar. Pero ese “algo” tendrá que ver con las propias afectaciones, con “algo” que aguijonee la voracidad de la escritura.
Después, el diálogo. Copiar de Rilke: ¿Quién, si yo gritase, me oiría desde los coros de los ángeles?
Y después, responder: “Esa noche volvíamos por la autopista y se me ocurrió pensar que tal vez era demasiado tarde. Lo extraño es que no me refería a nada en particular. La frase salió así, impiadosa y terrible: tal vez es demasiado tarde. Me pregunté tarde para qué. Qué habría olvidado hacer y ya no era posible. Pero no. Sencillamente, era tarde para todo. No es un buen estado de ánimo. Cuando es tarde, el tiempo adquiere otro cariz. Cuando es tarde, ya no importa para qué. Ya los ángeles no escucharán”.
Como ejercicio es bastante básico, pero suele funcionar. No tiene que salir un texto bello. Con que sea un puntapié, alcanza. Luego, sí: hay que hacer la gimnasia. Seguir escribiendo, ver a dónde nos conduce el hilo. Como Ariadna en el laberinto.
miércoles, 26 de diciembre de 2007
miércoles, 19 de diciembre de 2007
2008
Es mi deseo que 2008 sea un año de maravillosas nuevas experiencias para todos.
Va una propuesta un poco fuera de moda, pero que considero bella y emotiva:
Receta para fin de año: árbol de la vida
1. Tome varias hojas de papel (si son de colores, mejor) , una tijera, unos marcadores y una guirnalda navideña.
2. Recorte los papeles dándoles forma de hoja (de árbol).
3. Anote en esas hojas los nombres de las personas queridas, de los que ya no están, de los que están lejos... En otras hojas, anote buenos deseos.
4. Elija un rincón de la casa (una pared, una ventana) y vaya pegando las hojas formando la copa de un árbol. Intercale nombres y buenos deseos.
5. Con la guirnalda, forme el tronco.
Para recordar:
Tener la intención de dar un abrazo, no es dar un abrazo.
Tener la intención de transformar la realidad, no es transformarla.
Ya sea para dar un abrazo como para transformar la realidad, sólo la acción con reflexión puede hacernos avanzar.
Va una propuesta un poco fuera de moda, pero que considero bella y emotiva:
Receta para fin de año: árbol de la vida
1. Tome varias hojas de papel (si son de colores, mejor) , una tijera, unos marcadores y una guirnalda navideña.
2. Recorte los papeles dándoles forma de hoja (de árbol).
3. Anote en esas hojas los nombres de las personas queridas, de los que ya no están, de los que están lejos... En otras hojas, anote buenos deseos.
4. Elija un rincón de la casa (una pared, una ventana) y vaya pegando las hojas formando la copa de un árbol. Intercale nombres y buenos deseos.
5. Con la guirnalda, forme el tronco.
Para recordar:
Tener la intención de dar un abrazo, no es dar un abrazo.
Tener la intención de transformar la realidad, no es transformarla.
Ya sea para dar un abrazo como para transformar la realidad, sólo la acción con reflexión puede hacernos avanzar.
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